Terele

Terele

TERELE

Acabo de ver a Terele…
otra vez..
En abril, habrán pasado 30 años desde aquella primera vez…
la primera vez que tuve miedo de manera consciente.

Esa en la que no hay sandman, ni «hombre del saco» que te obliguen a encender una luz o a esconderte bajo las sábanas.
Sí, mi primera vez con Terele y con Pirineos…

Con mis padres y mi hermano y un matrimonio amigo con su hija, hicimos noche en un hostal de carretera en la provincia de Huesca…
Un Talbot Horizón y el R-18…

Aparcamos, cogimos la maletas  y entramos.
De frente, hacia la derecha, estaba la recepción… aunque en realidad, se fundía con el bar…
La luz, era de hostal,     pero de esos de carretera…
A la izquierda, en un sofá de skay de más de 4 metros,    allí estaba…

La miré, mientras cogía con su mano derecha un zumo de tomate.
no, no podía ser de otra manera…  tenía que ser un puto zumo de tomate natural.
Tardé años en convencerme que no era sangre, y en aprender que es fantástico para la resaca…

Me miró. Yo tenía 9 años. Mi madre intentó  distraerme. Pero yo la reconocí. Y punto.

Sí, con 9 años ya amaba el cine y la tele, pero ahora Terele Pávez estaba a 6 metros de mí.
Y os lo prometo, en el momento de mi muerte pasará una polaroid con aquella imagen quemando mi retina.

Ella es Terele, la única Terele que puede decir que esta noche está en le entrega de los Goya porque su hijo se lo ha pedido
¡Qué tía! Buscando lo que sea entre la basura, bebiéndose todo lo que se pueda quemar, y haciendo un aquelarre de esta España.

Mis padres ya no se acuerdan de aquella anécdota, pero yo, yo no volví a ser el mismo.

Volví de Pirineos tan sólo una semana después, pero ya era mucho mayor; haber pasado por Andorra implicó un casio PT-80 escondido debajo del asiento de mi madre.
Qué nervios, ¡¡Dios!!
Pero sobre todo porque me enfrenté por primera vez al miedo real, tan real como he intentado que sea mi vida siempre…y como, por supuesto lo es ahora.

Real, como es el ruido otra vez en mis ventanas y que mueve otra vez la puerta de mi casa, o las goteras que también desde hace semanas crean música concreta en mi salón…

Alex, intenta avanzar, enfermo, en el glaciar de la Maladeta, Pirineos.
Allí, el miedo es de otra índole.
Gracias a ambos, porque todo siga siendo real.

 

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