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Old Brompton Road

Nenas

Caminaba por Old Brompton Road. La mirada estaba atenta y perdida. En Londres, es inevitable dejarse llevar por los edificios y parques de determinados barrios, pero también has de ser consciente de que los vehículos se mueven por las calles de manera diferente. Cada vez que llegaba a un cruce, observaba con atención. Luego, me dejaba distraer.

Mi cabeza todavía estaba asimilando los lienzos de Edward Hopper visitados ayer. De su silencio, de su dureza, de su hermetismo tan amargo y dulce. Ahora, estaba pasando frente al concesionario de Ferrari. Seguí caminando.Me había quedado aturdido por aquellos delicados diseños de más de 500 caballos, que una vez matriculados, circularían en sentido contrario. que iban por donde tenían que volver. Como en Australia… ya, pero allí también el agua gira en sentido contrario. O eso dicen… Por eso es normal que en Autralia los coches circulen al revés…

Entre lienzos mudos y deportivos alborotadores, mis pensamientos, como el agua en un lavabo, también giraban.

Ambos compartían lo mismo: la belleza. Pero cómo poder aproximarnos a ella…, cómo poder valorarla, pero sobre todo, cómo descubrirla.

Entonces fue cuando las vi. A mi derecha. En el acceso al garaje de un bloque de viviendas. Eran tres. Entre siete y nueve años. Me quedé paralizado aunque no percibieron mi presencia. Habían sacado sus zapatos de sus casas y construido tres carriles con ellos. La acción comenzó: dos patinaban; la otra, corría…

Me dio tiempo a tomar tres imágenes. En la última, habían ya alcanzado la meta y ahora, eran ellas las que miraban para mí… sorprendidas, con una mezcla de curiosidad y precaución. En sus ojos flotaba una pregunta muda, como en los lienzos de Hopper. Ellas, que intentaban preguntarme, sin saberlo, acababan de darme la respuesta.

Terele

Terele

TERELE

Acabo de ver a Terele…
otra vez..
En abril, habrán pasado 30 años desde aquella primera vez…
la primera vez que tuve miedo de manera consciente.

Esa en la que no hay sandman, ni «hombre del saco» que te obliguen a encender una luz o a esconderte bajo las sábanas.
Sí, mi primera vez con Terele y con Pirineos…

Con mis padres y mi hermano y un matrimonio amigo con su hija, hicimos noche en un hostal de carretera en la provincia de Huesca…
Un Talbot Horizón y el R-18…

Aparcamos, cogimos la maletas  y entramos.
De frente, hacia la derecha, estaba la recepción… aunque en realidad, se fundía con el bar…
La luz, era de hostal,     pero de esos de carretera…
A la izquierda, en un sofá de skay de más de 4 metros,    allí estaba…

La miré, mientras cogía con su mano derecha un zumo de tomate.
no, no podía ser de otra manera…  tenía que ser un puto zumo de tomate natural.
Tardé años en convencerme que no era sangre, y en aprender que es fantástico para la resaca…

Me miró. Yo tenía 9 años. Mi madre intentó  distraerme. Pero yo la reconocí. Y punto.

Sí, con 9 años ya amaba el cine y la tele, pero ahora Terele Pávez estaba a 6 metros de mí.
Y os lo prometo, en el momento de mi muerte pasará una polaroid con aquella imagen quemando mi retina.

Ella es Terele, la única Terele que puede decir que esta noche está en le entrega de los Goya porque su hijo se lo ha pedido
¡Qué tía! Buscando lo que sea entre la basura, bebiéndose todo lo que se pueda quemar, y haciendo un aquelarre de esta España.

Mis padres ya no se acuerdan de aquella anécdota, pero yo, yo no volví a ser el mismo.

Volví de Pirineos tan sólo una semana después, pero ya era mucho mayor; haber pasado por Andorra implicó un casio PT-80 escondido debajo del asiento de mi madre.
Qué nervios, ¡¡Dios!!
Pero sobre todo porque me enfrenté por primera vez al miedo real, tan real como he intentado que sea mi vida siempre…y como, por supuesto lo es ahora.

Real, como es el ruido otra vez en mis ventanas y que mueve otra vez la puerta de mi casa, o las goteras que también desde hace semanas crean música concreta en mi salón…

Alex, intenta avanzar, enfermo, en el glaciar de la Maladeta, Pirineos.
Allí, el miedo es de otra índole.
Gracias a ambos, porque todo siga siendo real.

 

Refugio de Poqueira

Poqueira

Refugio de Poqueira

Desde el primer momento lo pensamos.
Los tres hermanos.
Y por supuesto, mi madre.
Incluso antes de que ocurriera…
Recuerdo el momento en que, unas horas antes, el montañero polaco (con el que llegué a pasar una noche y nunca supe su nombre), me preguntó, mientras me pedía un cigarro:
– Where do you come from?
– Coruña, respondí.
– Ei!! Manu Chao!: “me gusta La Coruña me gustas tú”!

En ese instante yo sonrei, pero en realidad, estaba pensando:
¿y qué va a hacer ahora, con los caramelos?
Desde que la Sra Villarrenaga, ingresó en su demencia hospitalaria, los caramelos eran su moneda de cambio:
– Buenas tardes, Sr Raúl. Dígame su DNI.
– ¡Hola rubia! 32.713.821…… y toma.
– Muchas gracias Sr Raúl, pero si sigue así, voy a engordar….
– Tú… ¡Qué vas a engordar mujer!
Luego, ya en la planta:
-Hola Sr Raúl…
– ¡Hola guapa! ¿Ya le habéis dado la merienda?
– Sí, Sr Raúl, merendó todo…
– Gracias… y toma.
– Ay… cómo es usted… muchas gracias.
Hace 3 domingos le di yo la merienda, como cada fin de semana que comía con mis padres… ya cerraba la boca y ponía «morros»… pero era fácil despistarla con cualquier gracia… y apurar las últimas cucharadas…
Estaba «rara»…
… y en el refugio de montaña de Poqueira, con un frío y un viento tan horribles que te hacían sentir hasta el tuétano, yo le explicaba al polaco, con mi móvil en la mano mientras tiritaba, que no, que al día siguiente no iba a seguir subiendo, que no iba a poder coronar el Mulhacén. Que, aunque acabase de llegar esa misma tarde, al día siguiente tenía que bajar…

La segunda vez que se lo expliqué… comprendió… y entonces me pidió otro cigarro…

¿Y qué carajo va a hacer ahora con los caramelos?
Porque ahora solamente le sirven a medias…
Ahora, solamente va a poder utilizarlos cuando necesite azúcar, o sal, o sobres de café de la planta 10 del Hospital, en sus visitas periódicas cuando se pone malo de lo suyo…
Sí, él negocia con los caramelos y a veces, cuando el «favor» es grande, hasta con pequeñas chocolatinas… y claro, mantiene siempre esa tensión dialéctica que implica el coqueteo del anciano con su enfermera de turno…

“Me gusta marijuana, me gustas tú… el polaco, qué jodido
Tenía la cara abrasada por la nieve y el sol… hasta yo me quemé subiendo esa tarde al refugio con la mochila cargada con las bombonas, el hornillo, las potas, los crampones, los piolets…y la Virgen de la Semana Santa…
-Toma! es buena! It´s good. It´s for your skin…
-oh! thank you!
Él sigue creyendo que los caramelos funcionan… y es que lo hicieron durante 5 años…
Tanto que absolutamente todos los trabajadores de la residencia de ancianos y huéspedes en su sano juicio, lo conocen por su nombre de pila…

Qué voy a hacer Je ne sais pas
Qué voy a hacer Je ne sais plus
Y en esas estamos… intentando mirar en qué piensa cuando mete la mano en uno de sus bolsillos… ahora que solamente puede jugar con los caramelos dentro de su chaqueta….
Aun así, en el tanatorio, me preguntó:
– ¿Cuántas mujeres hay, que no las veo bien?
– 6, abuelo, respondí.
– Toma…
Y cada una cogió el suyo.
– ¡Ei!
– ¿Qué?
– Y quítale el aire a esta copa… que ya no tiene vino…
– ¡Vale! camarero…
Para él, esos caramelos son como la «guía» que había que presentar en el ´42, cuando era el capataz de aquella mina de volframio, y entraba en Coruña con el camión cargado de la puta aleación para los cañones.
Aún siguen siendo su salvoconducto…
Qué voy a hacer Je suis perdu
Qué horas son mi corazón.

Seda

Seda

Seda

No podría, ni tan siquiera imaginar qué hacían aquellos dos hombres allí.
Durante media hora, prácticamente ni se movieron.
Tragaban saliva, nada más.
No eran de ciudad. Las ropas, las gafas de uno de ellos, aquellas botas de media caña con cremallera….
Miraban a ningún lugar. Uno junto al otro, pero en ningún momento cruzaron sus ojos.
Miraban un poco por encima, como si esperasen que llegase algo desde algún lugar.. lejos..

Ni una sola palabra en media hora

Santa Lucía

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SANTA LUCÍA

Hace dos domingos volví a pasar por allí… caminando. No era lo usual, normalmente siempre iba en un camión de reparto.
Lo hice durante mucho tiempo, desde los 6 años ayudé a mis padres con el trabajo.

Primero ordenaba pequeñas cajas, con paragüitas de chocolate, que a veces también me comía.
Después, molí azúcar… kilos y kilos de azúcar moliéndose en aquel almacén del barrio de Monelos donde nació mi madre.
Con los años, comencé a ayudar con la mercancía y con 18, conducía los furgones y furgonetas.

Me encantaba ir de reparto. Sobre todo hacer «plaza»: Coruña, Sada, Betanzos, Oleiros…
No madrugabas tanto y no hacías 500 o 600 km de media con 2000 o 3000 kg de mercancía que había que repartir por toda la provincia.
“Hacer plaza» era fetén, entre otras cosas, porque no había tanta prisa por tener que llegar a tiempo y volver a dejar el furgón cargado para salir a las 6.30 de la mañana del día siguiente.

Y además, también podías disfrutar de los pasteles que algunos clientes insistían, como en un ritual, en ofrecerte… desde que te conocieron de canijo, o cuando aún en el andador, mis padres me ataban a una cuerda que llegaba hasta la puerta del negocio, para que «tuviera maniobrabilidad» pero para que no me escapara a la calle.

Pero como los pasteles de esta confitería, ninguno. No era la mejor confitería de la ciudad, pero era de las buenas.

Pero no, os digo que no era eso.
…era la sonrisa de Jose maría y de su mujer… qué cariño me tenían.

Sé que cuando empezaron, mis padres les ayudaron mucho con los pagos, como a tantos….
pero ellos siempre supieron agradecerlo, como tantos pocos. Y cada vez que me veían, me ofrecían un pastel, como otros.

Y yo, que nunca fui de dulces… (en casa de herrero)… descargaba la mercancía y aunque el furgón molestase y estuviese haciendo caravana, siempre cogía aquel pastel, mirando aquellas sonrisas, aquellos ojos…

y me metía en el furgón, fijaba el albarán firmado con la pinza a su carpeta, depositaba el pastel sobre su servilleta en el asiento del copiloto, arrancaba el furgón y mientras bajaba la manivela de la ventanilla, dibujaba mentalmente la ruta del siguiente cliente, contento, tranquilo…. agradecido.

Hoy es Santa Lucía, donde menguan ya las noches y crecen los días.

Atlántico

Atlántico

ATLÁNTICO

Para nós é un temporal. Coma sempre.. .aínda que sí.. non deixa de ser algo similar a unha explosión, pero que se alonga no tempo, que non cesa.
Todo voa ao teu carón, e a distancia resulta absurda se a medimos en unidades de tempo. E o tempo, é o tempo.. o que te leva chegar a casa tentando buscar atallos máis longos pero nos que te sintes a refuxio; lonxe dos avisos que din que hai perigo de que caian ramas, e que por iso, os parques da cidade están pechados.
Esta noite cae o ceo, literalmente… e os obxectos arrebólanse indolentes coma nun demos sen demiurgo que os ordene…
a onde me leve.. a onde me leve…. o vento… Pero non arrecia… e pasan as horas…
Despoxos orgánicos ou non, amontónanse nos soportais construíndo remuíños, coma derviches coa cabeza descuberta.

Contáronme  historias de lobos.. no Leon dos anos 30: o bo de Justo Andrés..
foron perseguidos por eles varias veces, e soamente podían escoitar as pisadas entre as follas, como eu esta noite, de camiño a casa.. na procura do atallo máis lonxe que me permita permanecer no solo, sen (saír voando) polo aire
porque voar é doado en noites coma esta, mais… non sabes cómo goberna o vento.

Xa na casa, os lobos agardan fora. Golpean nas xanelas. E o vento oubea coma “un pregón da norte”.
Mete medo.. e as pingas de choiva golpean forte, forte na galería..(Mentres a flota permanece amarrada, con medo a que as quillas amanezan boca arriba.
Nas próximas horas, disque pasaremos de 120 km/h.

Espertarei, seguro, de madrugada… encollido no meu edredón e comprobando que meu patio de luces é a caixa de pandora de onde xorden todos os males…..
e mañá á mañá…. as imaxes dos xornais coa súa intransixencia pretenderán facernos comprender o que estivemos a sentir esta noite, loitando contranatura por non caer, por non golpearnos, por non sair voando como aquelas vacas norteamericanas.

mais os que hoxe nos deixamos engatusar, sabemos o por qué.

que eiquí e agora, eu xa estou dentro, e a tolemia está fora.

tranquilo, sereno..esférico ..

estamos no ATLÁNTICO….. e hoxe temos vento SUR.

Nada

Luz

NADA

No sé si es esta la luz, por la propia luz…
o por el momento del ritmo circadiano en el que suele producirse.
Pero es esa luz, seguro.

Porque te vuelves niño, aunque no puedas abrazar el aire.

Te envuelve una emoción remota, comparable a la mañana de Reyes, donde en algún invierno llegó a tal nivel de intensidad, que casi te conviertes en un derviche.
En tal estado, cuesta aislar, rescatar, pensamientos que te permitan pensar.
Y decides… no tomar tantas decisiones.
Se muestra perfectamente definida entre sombras, casi como una aparición mariana, ante la que te arrodillas con absoluta devoción.
Pero una vez que te acercas…
La miras embobado y le buscas ese rincón perfecto en tu santuario.
Pero no puedes limitar lo etéreo. No hay dinero que pague a un «corremarcos», para que amplíe tu parcela.

Contenedor y contenido se disocian, y sólo quedan restos de imágenes, olores y sensaciones…
una clavícula, una crema antiinflamatoria o una palma con la justa presión sobre la pala izquierda de tu pelvis…
Ya nada vuelve a ser lineal de manera continua; te vuelves acróbata, saltimbanqui, equilibrista sobre los bordillos de granito de las aceras.

Cuando duermes, cierras los ojos.
Cuando te metes en la bañera, cierras los ojos.
Cuando degustas un gazpacho especial… ahí también cierras los ojos.
Al eyacular…antes, durante y después
Si tienes miedo…
Hoy mismo, al dejarte bañar por el sol, cierras tus ojos.

No es necesario tener una buena cámara para tomar imágenes;
menos aún si lo que pretendes poseer es la nada.

No malgastéis el tiempo… cerrad los ojos.
Nada más.
Y veréis esa luz.
No, seguro que no son como las auroras australes o boreales… pero la veréis.

Aún quedan meses para enero, pero yo ya estoy escribiendo mi carta.

 

Santa Margarita

Parque

SANTA MARGARITA

El día de ayer no fue era domingo, pero durante apenas media hora,
tuve otra vez la sensación de escuchar los pitidos de los goles.
Esos que anunciaban zapatillas, pijama, bata…
y un último repaso a los deberes del lunes.
Durante los primeros 80 «disfruté» de aquellas tardes paseando con mis padres y con mi hermano de ese parque.
Era El Parque de la ciudad, y a donde muchísimos padres acudían con sus mujeres, sus  hijos y sus pequeños radiotransitores monoaurales. Mi padre nunca quiso uno.
Me acordé de Juan Gómez Juanito.

De pequeño, todos eran árboles.
Hoy, supe distinguir los robles albar, de un par de robles americanos aún con hojas, plátanos, variedades de pinos, eucaliptos, acacias… pero sobre todo, ya tenía claro que los árboles, además de por su porte, se distinguen de las plantas porque a estos nunca hay que regarlos..
Recordé aquellas cuestas de tierra y zahorra, ahora de asfalto o adoquín, donde me esforzaba en empujar el carrito de mi hermano, como un esclavo colaboraba en la construcción de una pirámide.

Fue casual. Regresaba de ordenar mi espalda y tenía que atravesar la ciudad para dar mi clase en la UDC, cuando decidí cruzar el parque para atajar….
la puerta enrejada y la muralla apenas habían cambiado y ahí me di cuenta de que no iba a ser un atajo precisamente.
No recuerdo cuándo fue la última vez que estuve allí pero, aún no me había salido la barba.

Había muchísimo cielo, de ese cielo pesado, de plomo, del de Galicia con ese gris de París.
De los árboles solo quedaba el esqueleto, sin el cobijo y la complicidad que dan las hojas…

Me encantó encontrarme con un buen amigo en el chiringuito. y la fanta de naranja, la cambié por un café de barra y observé que el camarero ya no llevaba aquella chaqueta de lana, sino que ahora era algo parecido a un moderno forro polar.
Tuve dudas sobre si  subir al estanque de los patos y cisnes.
No me atreví; tuve miedo a que los hubiesen cambiado por otros de plástico…
Todo aquel Parque me parecía ahora tan pequeño… creo que no podría salir a entrenar por él, por miedo también, pero ahora de aburrirme…
Sin embargo en los primeros 80, aquel parque era ese Parque que todos reconocemos en nuestra ciudad.
Me encantó comprobar que los eucaliptos y pinos me seguían pareciendo enormes.
Y eso, me reconcilió, me reconfortó….
Atravesé varias de las fuentes en las que bebía aupado por mis padres, aunque hoy, ya no tuve la necesidad de beber de todas….
Pero, y eso no había cambiado, ellos seguían allí.
Gritando por una ficha, por una carta, peleando por una ficha, por una carta, riendo… todos en sus pequeños grupos, como un cluster.
Los auténticos tahúres, los que, junto con los niños, le han dado siempre vida a los parques.
Hoy solamente había un niño, con un patinete….

y recordé que de pequeño, a veces fantaseaba con que ganaba una carrera
y que, a veces mis padres,
y que a veces la chica que me gustaba, estaban allí, en la meta.
y aquello, me hacía feliz.

Entonces comprendí: no dejaré de correr.

El círculo polar

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EL CÍRCULO POLAR

mientras, cabalgas hacia la analgesia del viento norteño.
madrid a 373 km… lo hueles en la goma abrasada por el asfalto…
a 130; no dá más.
..la radio solamente produce chasquidos mientras atraviesas el desfiladero.
con el tiempo, aprendes que en días como hoy las gafas de sol son necesarias aunque esté nublado; nunca sabes quién puede mirarte y darse cuenta…

te dicen que el Manzanal está abierto. no importa, llevas tus cadenas.
las otras, siempre están en el maletero. por si nieva, quiero decir.
pero está Antony Hegarty, que ni es bálsamo, ni analgesia; es liberación y condena.
…pero por algo Enrique de Francia dijo que: París, bien vale una misa.
titubeas y te contradices, mientras en tu radio alguien te introduce que:
estaba descansando en mi cama la pasada noche
mirando fijamente al cielo lleno de estrellas
cuando de repente me golpeó
tengo que hacerte saber cómo me siento

y en esas estás cuando ves que a esa velocidad acabarás por alcanzarla en nada…
al fin y al cabo, siempre quisiste una así.
instantes después, aparece en tu campo de visión la autocaravana, que cierra el círculo de ana y otto.
qué final quieres? tengo 2!

pero ahora..
ahora, buscas el calor de tu casa vacía, que te espera con las ventanas cerradas a cal y canto, tratando de mimarte como puede con su desnuda fachada de pesqueros de piel de escamas y transoceánicos de sandalias y calcetines…

y sabes que allí, al norte del norte, están los que siempre te han querido, a los que necesitas y los que te necesitan… tu lugar en el mundo.
aunque esta tarde….toda la península tiene su propia cabalgata,y tu ahijada te espera en 7 horas, en su sillita, con caramelos «majestuosos».

y pensar que pocos días antes, tomaba aire y alimento en el techo de esa península… donde el aire ya no huele por el frío…..
(me apasiona entrar en umbrales ajenos…. siempre son olores nuevos…los disfruto mientras golpeo peldaños que jamás he pisado).

aquí, en cambio, el aire juega con mis labios… dándole esa chispa de sal y arena del Noroeste que se mezcla con la de las lágrimas.

I feel your burning eyes burning holes
Straight through my heart

It’s out of love